
El Coloquio de los Perros
16 Oct 2013, by Breves, referencia inHacía tiempo que no me reía en voz alta leyendo un libro. Puede ser por mi fascinación por los perros, en concreto por las actitudes humanas de los perros o por las actitudes caninas de los humanos, no sé. Pero el caso es que hace unos días decidí leerme algunas de las Novelas Ejemplares de Cervantes, en concreto El matrimonio engañoso y El coloquio de los perros.
Ambas novelas conforman una unidad, pues el Coloquio… es un texto escrito por uno de los personajes de El Matrimonio engañoso, que escuchó dicho coloquio mientras se encontraba sudando en el Hospital de la Resurección, y que al final de la historia se lo presta a su interlocutor para que lo lea mientras él se echa una siesta.
Esta suerte de spin-off es uno de los recursos que utiliza Cervantes para reflexionar acerca de la literatura y de la realidad (en El Quijote podemos encontrar múltiples ejemplos). En estos juegos metanarrativos desaparece la figura del escritor de la novela, sustituyéndose por narradores parciales (de textos encontrados, incompletos, etc.) y hacen que el lector participe activamente durante la lectura.
Transcribo el inicio, en donde los dos perros reflexionan acerca de su capacidad del habla. Espero que lo disfrutéis.
Cipión. Berganza amigo, dejemos esta noche el hospital en guarda de la confianza, y retirémonos a esta soledad, y entre estas esteras, donde podremos gozar, sin ser sentidos, desta no vista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho.
Berganza. Cipión hermano, óyote hablar, y sé que te hablo, y no puedo creerlo, por parecerme que el hablar nosotros pasa de los términos de naturaleza.
Cip. Así es la verdad, Berganza, y viene a ser mayor este milagro en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con discurso, como si fuéramos capaces de razón, estando tan sin ella, que la diferencia que hay del animal bruto al hombre es ser el hombre animal racional, y el bruto irracional.
Berg. Todo lo que dices, Cipión, entiendo, y el decirlo tú, y entenderlo yo, me causa nueva admiración y nueva maravilla. Bien es verdad que, en el discurso de mi vida, diversas y muchas veces he oído decir grandes prerrogativas nuestras, tanto que parece que algunos han querido sentir que tenemos un natural distinto, tan vivo y tan agudo en muchas cosas, que da indicios y señales de faltar poco para mostrar que tenemos un no se qué de entendimiento capaz de discurso.
Cip. Lo que yo he oído alabar y encarecer es nuestra mucha memoria, el agradecimiento y gran fidelidad nuestra, tanto, que no suelen pintar por símbolo de la amistad; y así habrás visto, si has mirado en ello, que en las sepulturas de alabastro, donde suelen estar las figuras de los que allí están enterrados, cuando son marido y mujer, ponen entre los dos a los pies una figura de perro en señal que se guardaron en la vida amistad y fidelidad inviolable.
Berg. Bien sé que ha habido perros tan agradecidos que se han arrojado con los cuerpos difuntos de sus amos en la misma sepultura. Otros han estado sobre las sepulturas donde estaban enterrados sus señores, sin apartarse de ellas, sin comer, hasta que se les acababa la vida. Sé también que, después del elefante, el perro tiene el primer lugar de parecer que tiene entendimiento, luego el caballo y el último la jimia.
Cip. Así es, pero bien confesarás que ni has visto, ni oído decir jamás que haya hablando ningún elefante, perro, caballo o mona. Por donde me doy a entender que este nuestro hablar tan de improviso cae debajo del número de aquellas cosas que llaman portentos, las cuales, cuando se muestran y parecen, tienen averigado la experiencia que alguna calamidad grande amenaza a las gentes.
Berg. Desa manera no haré yo mucho en tener por señal portentosa lo que oí decir los días pasados a un estudiante, pasando por Alcalá de Henares.
Cip. ¿Qué le oíste decir?
Berg.Que de cinco mil estudiantes que cursaban aquel año en la Universidad, los dos mil oían Medicina.
Cip. Pues ¿qué vienes a inferir deso?
Berg. Infiero, o que estos dos mil médicos han de tener enfermos que curar (que sería harta plaga y mala ventura), o ellos se han de morir de hambre.
Cip. Pero, sea lo que fuere, nosotros hablamos, sea portento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; y así, no hay para qué ponernos a disputar nosotros cómo o por qué hablamos; mejor será que este buen día, o buena noche, la metamos en nuestra casa; y, pues la tenemos tan buena en estas esteras y no sabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamos aprovecharnos della y hablemos toda esta noche, sin dar lugar al sueño que nos impida este gusto, de mí por largos tiempos deseado.
Berg.Y aun de mí, que desde que tuve fuerzas para roer un hueso tuve deseo de hablar, para decir cosas que depositaba en la memoria; y allí, de antiguas y muchas, o seenmohecían o se me olvidaban. Empero, ahora, que tan sin pensarlo me veo enriquecido deste divino don de la habla, pienso gozarle y aprovecharme dél lo más que pudiere,dándome priesa a decir todo aquello que se me acordare, aunque sea atropellada y confusamente, porque no sé cuándo me volverán a pedir este bien, que por prestado tengo.
Cip. Sea ésta la manera, Berganza amigo: que esta noche me cuentes tu vida y los trances por donde has venido al punto en que ahora te hallas, y si mañana en la noche estuviéremos con habla, yo te contaré la mía; porque mejor será gastar el tiempo en contar las propias que en procurar saber las ajenas vidas.
Berg. Siempre, Cipión, te he tenido por discreto y por amigo; y ahora más que nunca, pues como amigo quieres decirme tus sucesos y saber los míos, y como discreto has repartido el tiempo donde podamos manifestallos. Pero advierte primero si nos oye alguno.
Jiasjiajis, qué bueno!
Yo sé de algún perro que seguro que se echa sus charlas por la noche, qué pena no pillarlos como este personaje de Cervantes 😉
Jeje, siempre ocurre en las situaciones más impredecibles ¡estaremos atentos!
muy bueno! en mi casa siempre ha habido perros y siempre hemos dicho eso de “a este perro solo le falta hablar!”. la mirada, los gestos, la comprensión de las situaciones que les afectan a ellos.. es realmente tremendo. lo más gracioso de este principio de relato es la incredulidad y el permanente estado de sorpresa que viven los dos amigos perrunos.. quién le iba a decir a Cervantes que Disney sacaría tanto partido de esta idea..
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¡Qué bueno, Laura! Sí, eso es lo que más me gustó de la novela: cómo los dos perros se admiran de su capacidad, y además lo hacen con un discurso muy exquisito y con toda educación. Después el género cambia y se transforma en una novela picaresca en la que se narran las andanzas de uno de los perros…
A lo mejor a los personajes de Disney les falta un poco de profundidad, pero sí sacó partido, sí.
¡Gracias por tu comentario!